miércoles, 6 de marzo de 2013

Chávez, los pueblos de América te dicen: ¡Hasta siempre, comandante!

Por Miguel Fernández Martínez

   Aún cuando la consternación invade a millones de hombres y mujeres de buena voluntad en el mundo entero, después del deceso del comandante bolivariano Hugo Chávez Frías, se confirma la sentencia martiana de que "la muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida".
   Chávez salió de las entrañas de la tierra, como hijo escogido de una Latinoamérica repleta de deudas con los próceres que, a fuerza de ideas y con el sable desenvainado, soñaron una América unida e independiente.
   Aquel 28 de julio de 1954, el espíritu de Simón Bolívar sobrevoló Sabaneta de Barinas, anunciando sobre los picos  de América que había nacido su más radical seguidor.
   Don Hugo y Doña Elena lo formaron para un futuro de batallas, y forjaron la voluntad de aquel jovencito que soñaba con ser un jugador de béisbol y que terminó portando la daga de cadete del ejército venezolano, sin prever que se iniciaba la difícil ruta de un guerrero comprometido con su pueblo.
   En la escuelita de Juan Pino terminó de aprender los secretos del conocimiento que empezó a recibir muy temprano de su abuela indígena Rosa Inés.
   Llegó al colegio en su primer día con unas alpargatitas viejas, las únicas que tenía, y la abuela Rosa Inés lloraba porque no le alcanzaban los dineros para comprarle zapatos.
   Un pasaje en la vida del futuro líder popular que reforzaría su afán por una Venezuela soberana que alcanzara los verdaderos propósitos bolivarianos de independencia, soberanía e igualdad de todos los venezolanos.
   En 1971 el joven soñador ingresó en la Academia Militar de Venezuela, convirtiéndose en oficial de las fuerzas armadas, y reafirmando el solemne juramento de defender con la vida su compromiso con la Patria, el mismo compromiso que lo llevó a fundar en 1982 el Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 en vísperas de los doscientos años del natalicio del Libertador Simón Bolívar.
   Bajo el Samán de Güere, el mítico árbol bajo cuyas ramas acampó Bolívar, Hugo Chávez juró solemnemente reformar el Ejército e iniciar una lucha para construir la nueva República venezolana, propuesta que no tardó en consumar al encabezar la rebelión militar del 4 de febrero de 1992, a la cabeza de sus compañeros de armas.
   En la cárcel de Yare Chávez terminó de definir su futuro proyecto político. Las masas populares aplaudieron su intento de sacudir las lacras que desangraban a Venezuela, y con ese mismo pueblo llegó victorioso a la presidencia en diciembre de 1998, encabezando un nuevo estilo de gobierno popular, que le devolvió la voz a los oprimidos de siempre.
   Fiel seguidor de Fidel Castro, líder histórico de la Revolución Cubana, Chávez empuñó el sable de Bolívar en una nueva cruzada redentora que concretó acciones en históricos proyectos como la Alianza Bolivariana de los Pueblos de nuestra América, y la Comunidad de estados latinoamericanos y Caribeños, y su larga mirada integradora es ya una realidad tangible en el sueño de unidad continental.
   Solo la muerte pudo frenar el empeño de este hombre sencillo que no escatimó esfuerzos por ver crecer su Venezuela querida, pero en medio del dolor de millones de latinoamericanos que sienten su partida, queda el ejemplo de un gigante, bolivariano consecuente, que desde ya forma parte del panteón de los grandes próceres de América.

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