domingo, 3 de febrero de 2013

Mi Habana: Aniversario 339 de las Murallas de La Habana


restos de La Muralla de La Habana
   Fueron diversos lo intentos de fortificar La Habana durante la colonia española. En el gobierno del maestre de campo y Capitán General Juan Montaño Blázquez se acepta cercar la ciudad por medio de una muralla de cantería.
   Esta medida es aprobada por Real cédula el 21 de enero de 1656 y se inician las labores el 3 de febrero de 1674.
   En la muralla, por la parte del arsenal aparece una lápida que dice: "Reinando la Majestad del Rey N.S. Carlos III y siendo el Gobernador y Capitán General de esta ciudad e Isla el Maestre de Campo D. Francisco Rodríguez Ledesma, caballero del orden de Santiago, se dio principio a esta muralla en 3 de febrero de 1674".
   La Muralla contó con tres puertas, una con salida a la actualmente Reina concluida en 1721, la otra la de la Punta, terminada en 1759 que permitía la salida al Castillo de La Punta y otra por la parte oeste conocida por la de la Muralla.
   El rol principal de las murallas era brindar protección y seguridad a la villa, teniendo un largo período de construcción. Desde 1558, bajo la sensación de desamparo que había dejado el ataque de Jacques de Sores, se empezó a pensar en amurallar la villa y esto no culminó hasta 1740.

   Quedaron terminadas en el lado terrestre, desde La Punta hasta La Tenaza, y desde ahí hasta Paula. En su totalidad, es decir, circunvalando toda la ciudad excepto un pequeño tramo en la bahía para el despacho de los buques.
   Las murallas de La Habana tenían como promedio 1,40 metros de espesor y 10 de altura y eran todas de buena sillería, como lo atestiguan los pequeños tramos que se conservan el perímetro era de 5,770 varas cubanas, y la longitud, por la parte de tierra, de 2,100 varas; en esta parte formaban un polígono compuesto de nueve baluartes y un semibaluarte (La Tenaza ) unidos por cortinas, susceptibles de cuatro piezas en sus caras y dos en cada flanco; en los baluartes había garitones para el abrigo de los centinelas. Poseían camino cubiertos con su correspondiente Plaza de Armas, ancho foso y escarpa.
   Llegaron a tener nueve puertas, la primera de ellas conocida como de la Muralla en (1721) por ser la única pero luego se le conoció como Puerta de Tierra y; estaba situada al pie de la calle de aquel nombre, y por el aumento de tránsito se hizo doble esa puerta otras de las primeras puertas fue la de La Punta.
   Posteriormente se abrieron las del Arsenal, de la Tenaza, de Luz, de San José, de Jesús María y en el siglo XIX la de Colón y las dos puertas de Monserrate correspondiendo a las calles del Obispo y de O´Reilly, tratadas con gran propiedad arquitectónica.
   Permanecían abiertas desde las nueve de la mañana hasta las nueve de la noche, hora anunciada por el bramido de un cañón de la batería de la Reina, ubicado en la fortaleza de San Carlos de la Cabaña, ceremonia que ha pasado a formar parte de estas tradiciones citadinas bajo el célebre nombre de El Cañonazo.
   Ninguna fábrica colonial ni aún el Colegio de los Jesuitas, tuvo tan largo período de incubación como las murallas de La Habana, pues en este caso transcurrió más de un siglo entre el comienzo de las gestiones y el principio de su realización, sin contar el tiempo que tomó esta última.
   En efecto, desde 1558, bajo la sensación de desamparo que había dejado el ataque de Jacques de Sores, se empezó a pensar en amurallar la villa y esto no culminó hasta 1740 bajo el gobierno de Juan Francisco Güemes 182 años después de que por primera vez se pensó en construirlas y a un costo, según Pezuela, de tres millones de pesos.
   Ya hacía más de un siglo que La Habana había rebasado el cinturón de sus murallas cuando el 8 de agosto de 1863 comenzó su derribo.
   Como otras construcciones militares habaneras, ésta nunca fue puesta a prueba: la única vez que un enemigo poderoso y decidido atacó la ciudad (los ingleses en 1762) soslayó las murallas y sus demás defensas para penetrar por el único lugar estratégico entonces indefenso, la loma de La Cabaña, la colina en la que desde 1581 el capitán Francisco Calvillo había propuesto hacer un fortezuelo, y que no llegó a fortificarse hasta que el peligro de ataques enemigos ya había prácticamente desaparecido.

Tomado de la Enciclopedia digital cubana EcuRed


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