lunes, 15 de octubre de 2012

Memorias del terrorismo: El asesinato del obrero cubano Rubén López Sabariego

En el aniversario 51 del asesinato de este joven obrero cubano, a manos de soldados norteamericanos en la Base Naval de Guantánamo 

   Rubén López Sabariego era un joven cubano que encontrándose trabajando como chofer en la Base Naval de Guantánamo, territorio cubano ocupado ilegalmente por los Estados Unidos, muere asesinado por militares de esta base.
   López Sabariego nace el 11 de junio de 1917 en el poblado de Felton, municipio  Cojímar. A los pocos meses de nacido perdió a sus padres, quedando al cuidado de los abuelos José López e Isidra Sabariego, los que lo acogieron como un verdadero hijo, inscribiéndolos con sus apellidos.
   A temprana edad los abuelos se mudaron para la ciudad de Guantánamo, cursando sus estudios primarios en el colegio La Salle, donde alcanzó el 7mo grado. A los 17 años comenzó a trabajar como carpintero en las construcciones de casas en el propio Guantánamo. En 1939 comenzó a trabajar en la Base Naval Yanqui en la constructora Frederick Shane.
   En 1940 legalizó su unión con Georgina González, en la cual lo había conocido en Santo Domingo de Bayate, a los 19 años de edad, de dicho matrimonio nacieron 9 hijos: Rafael, Rubén, María, Georgina, Evangelina, María Féliz, Gina, Arlet y Dulce María.
   Durante su trayectoria en la Base Naval Yanqui quedó sin trabajo al terminar la Frederick Shane sus funciones. Logra incorporarse al taller de maquinaria de la referida Machina Shop, trabajando como mecánico tornero, con la fiebre amarilla.
   Estando fuera de la Base desde 1945 hasta 1948, trabajó en un aserrío en la Península de El Ramón del municipio Antillas. En 1949 reinicia su servicio en la Base Naval como chofer de equipos menores, siendo rebajado al mes por economía, reiniciando posteriormente en el mismo oficio, recibió cursos de equipos pesados y luego chofer de ómnibus.
  Durante la insurrección realizó distintas actividades como: venta de bonos, recolección de teléfonos para los rebeldes, traslado de armas, participó en el primer ataque a Caimanera
   Al triunfo de la revolución cubana siguió trabajando en la Base Naval. Entre los empleados cubanos de la Base Naval que no renunciaban a sus convicciones revolucionarias y los militares norteamericanos, hacía sospechar, con la fuerza de la lógica, en un violento desenlace.
   Desde finales de julio, inusitadamente, esa situación se agudizó. Después, en agosto, se supo la causa. La CIA había organizado un siniestro plan para que un grupo de contrarrevolucionarios cubanos ejecutaran un atentado al Comandante Raúl Castro.  
   Ellos dispararían con morteros contra la Base-simulando una represalia de las fuerzas cubanas, lo cual serviría de pretexto para la agresión militar de Estados Unidos en defensa propia. Pero ese 30 de septiembre de 1961 no había otro hecho concreto que hiciese temer por su vida a López Sabariego.
   Sin embargo él sabía perfectamente que no era bien visto en la Base. Rafael, el mayor de los nueve hijos de Rubén López, contaba entonces 18 años. Era, de toda la familia, el más calificado. Su padre le contaba que siempre los cubanos fueron tratados como inferiores en la Base. Que dentro también había seres inferiores, los negros, que eran apeleados por cualquier razón. Él mismo presenció cómo los marines con licencia bajaban a la ciudad, alcoholizados, cual una onda de conquistadores.
   Rubén López comprendió que los cambios revolucionarios que se producían día a día eran profundos, como él los anhelaba. Veinte años después, Rafael se da cuenta que todo era expresión de la conciencia de clase, estimulada por el proceso revolucionario.  
   Su padre vistió rápidamente el uniforme de miliciano y lo guardó cuando Fidel explico que los trabajadores cubanos de la Base no debían dar lugar de ningún modo a que se hablase con los yanquis de una provocación.
   Como era su costumbre, Rubén López dijo a su esposa, Georgina González, cuando regresaría del trabajo en la Base. El turno terminaría al día siguiente, primero de octubre, y a las tres de la tarde debía estar nuevamente en la casa. Ya a las cuatro, al advertir Georgina que Rubén López se demoraba, comenzó a preocuparse. Conocedora de las fundadas inquietudes de su marido, poco después de las cuatro comenzó a averiguar.
   Los compañeros de trabajo de Rubén le dijeron que había sido detenido en la Base por el capitán Johnson. Georgina esperó un tiempo prudencial y el miércoles día 4 solicitó y obtuvo permiso de las autoridades cubanas para traspasar la frontera e ir a la Base a averiguar.
   El oficial norteamericano que la atendió era un fiel exponente de los marines de la Base: -¿Su esposo ha desaparecido? ¿Por qué no lo busca junto a la cuneta? Hace unos días yo escuché un tiro. Seguro los comunistas lo mataron como tienen de costumbre. La atribulada mujer quedó estupefacta con el desplante calumnioso del oficial.
   Esas palabras le dieron a entender que el asunto era más grave de lo que pensaba. Alarmada se fue hasta Santiago de Cuba para expresar sus temores ante las más altas autoridades cubanas. Fue provista de un pase permanente para seguir insistiendo en la Base. Todo el mundo recordó el obrero que había sido secuestrado meses antes y como la insistencia de la esposa y sus hijos ante los oficiales de la Infantería de Marina de los Estados Unidos, logró salvarlo de la muerte.
   Alguien le recomendó que se dirigiese en la Base al Capellán Thomás J. Hallsberthy, quien por su condición de religioso, pensaban que serían más sensibles al dolor de esta madre cubana. Después de indagar por teléfono, el Capellón le contestó que había sido informado que allí no se encontraba. Que indagase con las autoridades cubanas, pues el oficial de la policía militar con quien habló le dijo que seguramente se encontraba en territorio cubano.
   El jueves 12, Georgina volvió a ver al Capellán insistiendo que Rubén no estaba en territorio cubano. Hallsberthy prometió indagar, pues si era cierto lo que ella decía, seguramente estaría en la Base.
   Poco después, el Capellán le confirmó, que efectivamente había sido detenido “por meterse en lugares donde no debía”. Georgina protestó diciendo que los compañeros de Rubén fueron testigos de cómo el capitán Johnson lo obligó a ir con él hacia la otra orilla de la Base: zona militar de acceso prohibido a los obreros cubanos. En esa ocasión le retiraron la chapa de identificación.
   El día 18 se presentó en el domicilio de los López, en Boquerón, el señor Miguel Gruyol, empleado del consulado suizo en Santiago de Cuba, que representaba los intereses de los Estados Unidos después del rompimiento de relaciones. Con aire altivo, a pesar del dramático momento, le dijo a Georgina que era portador de la noticia de la muerte de su esposo.
   Las lágrimas en los ojos no impidieron a Georgina recriminar al individuo su negativa al recibirla las tres veces que fue a solicitar su ayuda. El día anterior un cable de la UPI había informado con indiferente localismo que el cadáver de Rubén López Sabariego había sido hallado en la Base Naval, sepultado en una tumba poco profunda. No hubo otro comentario, ni investigación sobre el despiadado asesinato.
   El 19 de octubre de 1961, a más de medio mes del arresto del humilde chofer, que laboraba en el enclave yanqui, la agencia noticiosa UPI, dio a conocer el hallazgo del cadáver de un obrero, en una fosa de poca profundidad del territorio ocupado y lo identificó como el cubano Rubén López Sabariego.
    Ante la insistencia de la esposa, logra que el 21 de octubre fuera entregado el cadáver por la puerta de la instalación militar, momento en que ella devolvió al capellán de aquel lugar los 50 dólares que le daban como supuesta ayuda o compensación por el daño causado.
   Los forenses cubanos, al examinar el cuerpo de Rubén, comprobaron huellas de tortura, fracturas en el cráneo, el pómulo derecho y el costillar izquierdo; estas últimas causantes de una lesión en el corazón que le ocasionó la muerte. Tenía además una herida de bayoneta en el abdomen, fracturas en una pierna ocasionadas por patadas, huellas de culatazos y otras lesiones.
   La muerte, según los médicos cubanos, tuvo lugar entre el 13 y el 14 de octubre. Un gran sentimiento de duelo e indignación sobrevino en todo el país al conocerse el vandálico hecho.
   En Guantánamo, una multitud conmovida acompañó el cuerpo desde la Base Naval, en Boquerón, Caimanera, hasta la ciudad capital, donde fue tendido en el local de la CTC y allí recibió los honores del pueblo. 

Tomado de Internet

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